Miro las fotos en la que
mi padre, en una playa de un lugar que desconozco observa como la luz se va en
el mar y a la vez parece mirar en otro tiempo a mi madre, que en la foto de
grado de colegio está segura, alegre y optimista como solo una niña pequeñita
que puede creer en un futuro de felicidad lo está,
con su guardapolvos y su raya al medio y su pelo tenso y rulos y su piel
oscuras. Y ahora, que todo pasó, que todo pasa y pasará, las fotos a su vez, me
miran, y el tiempo es agua, igual, distinta, que me resbala en la piel para
caer y esconderse en la arena de la memoria.
Papá mira hacia atrás, mira a mamá en una foto cuando era chica.
Papá mira hacia atrás, mira a mamá en una foto cuando era chica.
Mamá escribe los nombres
de los compañeras con lápiz, tiempo después, para recordar quiénes eran. En la
foto, aún desconoce todo del futuro: que se casará, que se recibirá de maestra
y de obstetra y que tendrá hijos.
Y yo miro hacia los dos,
como con si tuviera una cámara lúcida, la de Barthes, y me pregunto cúal es la
parte del amor que explica el tiempo.
Roberto Camarra, diciembre de 2013.
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